lunes, noviembre 29, 2010

HEKA KEMET


HEKA KEMET-La magia de Egipto-

En las enseñanzas que un faraón daba a su hijo, el soberano revelaba que la HEKA podía ayudar al ser humano a eludir un destino infausto, es decir, luchar victoriosamente contra la fatalidad. EL ENIGMA DE LA PIEDRA-Christian Jack.

Si, contigo dices, queda el olvido, escucha la caída de las hojas del otoño. Ellas, preguntan posadas sobre la húmeda tierra: Para qué volver sobre los recuerdos. Nadie les contesta. Es duro recordar un pasado en la cumbre, cuando la tierra dibuja sobre el ocre, el final de su vida.
Mis pensamientos se entrecruzan, se amontonan, unos con otros saltan, pero no salen. No puedo, como quisiera, expresarlos con palabras.
Estoy sentado a la sombra de un roble gigantesco, veo norias a lo largo de las orillas de este rio. No conozco su nombre, es tranquilo como las aguas del Nilo en periodo de sequía.
Mas, es una tierra sombría. Pensar, no pienso en nada. Desconfío, estoy quemado, me parece ver encinas, árboles de áloe… tiemblan mis pestañas…
Sí, el péndulo del tiempo oscila rápido. Andar, vivir, evadir, sufrir, parpadeos de gusanos de luz, terminar los días más sagrados junto a la chimenea, lluvia, juventud que huye.
Sobre la piel de mi alma, las caricias de mis recuerdos se transforman en espasmos, como el recuerdo de las huellas sobre el limo que dejaron nuestros cuerpos tumbados en la noche inmensa de aquel verano que estalló entre caricias largas. Gemidos, que acompasados por los suspiros del Nilo, se convirtieron en una realidad proscrita.
Mi pasión por las aventuras de los viajes me arrastra a los acantilados que el mar abandona para siempre.
La mirada de serpiente de mi fortuna no es precisamente un símbolo de resurrección. La estrella Sept., que anuncia el nuevo año, la crecida del rio Nilo y la prosperidad de nuestro país, no brilla para mí.
-El mundo es tuyo –me dijo el Destino-. Mentira. Se fue para no volver. Sin darme cuenta, poco a poco, se licuó en el horizonte tras la estela de la constelación Argos.
No quiero agitar el deseo, nunca hace feliz al hombre, creo que decía Platón. Pero, cómo se rompen las cadenas del deseo. La muerte y el olvido son compañías sin almas.
BELIT