domingo, octubre 07, 2007

JERICÓ



 

JERICÓ


 

Belit ya está en Jericó donde nunca es invierno. Ha cruzado el Sinaí siguiendo la ruta de la costa del Mediterráneo. Las flores blancas de la alheña y los sicómoros incorruptibles que adornan y protegen las casas de planta circular, le han recibido.

Canaán, provincia de Egipto, mantiene buenas relaciones diplomáticas y militar con Akhenatón.

Decide descansar unos días. Ha trabajado duro en las minas de Neguev en la extracción de turquesas y cobre.

Los nómadas del desierto llevan tiempo invadiendo las tierras de Palestina. Como sea que se dedican a perturbar la paz, haciendo causa común con los rebeldes contra el faraón, el general Horemheb, ha conseguido acabar con el caos y devolver la tranquilidad al territorio.

Contemplando las estrellas, Belit, piensa: ¡Cómo se espantará la calma!

Y…

¿Tal vez Uxa vio mis alas de cóndor manchadas de barro? ¡Bajé al submundo! Mas… El heno de ilusiones se pudrió con lluvia de lágrimas. Ese olor no deja rastro en la memoria.


 

Primera verdad… segunda verdad… solo es, la distancia que se levanta a nuestro alrededor. Pero, están naciendo flores que perfumaran la esperanza de leer sus papiros. Desapareceremos, pero como testigo inmutable, después de que la vida nos destruya, quedará "el jeroglífico alquímico del crisol", que gritará: ¡fuimos apacible melodía, brújula que nunca marcó el desaliento!

Sabe que, los rosetones reflejo de la materia ígnea, son la rueda de la vida interior que arde en el atanor de nuestras pasiones espantando las sombras del complejo de culpabilidad. Muros que ocultan los pasadizos secretos de nuestras intenciones.

Sí, son ausencias.

El escorpión avanza en contra del viento; la senda se pierde en la montaña; los árboles se inclinan; los ibones profundos dibujan manchas de cielo sobre sus aguas.

Ra, como el canto de la cigarra y el ruido de la cascada, se mueven; y yo, quieto como la Esfinge ocre.

Pero… seguiré mi camino.

BELIT-SERI