martes, febrero 28, 2012

...PERO NO DIJO SU NOMBRE.





La oscuridad permanece escondida en los ojos de Uxa, en sus manos brillan valles luminosos y, el tiempo, corre entre montañas de pensamientos que mueven sueños de amor. Mientras, la realidad pasa a su lado sin hablarle. Sus personajes saltan de su mente y se sientan a su lado.

¿Magia o realidad?

Uno de ellos le tiende su mano y se la lleva a pasear. Es su mejor amigo, Belit. Las caricias de la mano temblorosa del Cazador de Sueños, enciende el crepúsculo de su mirada. Ninguno de los dos lleva equipaje alguno, solo un montón de ideas. Se sientan en la terraza de un bar de una hermosa avenida de Paris. Hablan de Alejandría, del Nilo, del último faraón, y también de las Musas, sobre todo de Melpómene que tenía todas las riquezas, belleza, hombres, y, no podía ser feliz. Bueno, no hablan, son las ideas que se materializan, saltan a su alrededor como en una pantalla de plasma. Escenas de amor y guerra. Desiertos y oasis. Todos son lugares puros. Los desiertos se convierten en jardines, los campos de batalla en paraísos. Todo es belleza en su melancolía.

Él, puso en sus labios las palabras de su secreto amor, pero no dijo su nombre.

Belit estudió astronomía en Caldea, los misterios egipcios en Menfis. Fue el primer gesto para encontrar el centro de la verdad, allí donde nada se ha encontrado. Tomó el camino más largo.

En Grecia, Belit conoció a una hermosa dama. Idmón, marchó con la expedición en busca del vellocino, sabiendo que en ella le aguardaba la muerte. Algo así le pasó al Escriba. Aquel amor era chatarra. Difícil juego fingir amor donde resucitan mentiras. Se silenció el susurro de los besos, sombras quietas colgaron de sus miradas, se acabaron las caricias que subían del ombligo que tiembla y los besos desnudos, se apagó el fuego de los anocheceres.

Belit, tenía la mirada perdida en el infinito como la de una calavera. Mientras contemplaba a una lechuza en la penumbra del bosque, le llevo a una revelación: El Paraíso se iba a cerrar para siempre.

El acantilado de sus sentimientos acogió el último chasquido de aquel amor.

Belit está contemplando las brasas de la chimenea en la posada Medea, de Creta. Va partir de regreso a Egipto. No sabe si podrá encontrar a la Princesa Uxa. Mientras, piensa de que sirven las aventuras, si como, la de ir a por el Vellocino de Oro, solo sirvió para colcha nupcial de la noche de bodas de Jasón y Medea.