domingo, diciembre 01, 2013

DESDE UN LUGAR DESCONOCIDO, LEJOS DEL NILO

 

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La realidad está tejida con el hilo de los sueños.

SHAKESPEARE.

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El sol ingresa en el signo de Libra, dará paso al Equinoccio de Otoño en el hemisferio norte y al de primavera en el sur. Nunca tan lejos de tu compañía, de tu piel morena. Uxa, me hiere el secreto que encierra el silencio. Espero no faltarás a la fiesta de Serapis, fiestas de regocijo y alegría.

Tal vez son meses los que han pasado desde que por última vez recibí noticias tuyas. Hemos visto el paso de un cometa, esperábamos buenas noticias. Y he recibido de un emisario de la diosa Selkis, la que guarda las fuentes del Nilo, dos de tus pergaminos.

Mi compañía es la caravana de un judío de origen mesopotámico. Llevamos perdidos mucho tiempo.

Nos hemos relatados aventuras, y sueños. Me habló de Kurigalzu I, de Babilonia, que entregó a una hija suya como esposa de nuestro faraón Amenofis III. Y yo le hablé de Meretseger “la que ama el silencio”, la que a veces tienen forma humana, cabeza de cobra, serpiente tricéfala, ya sabes, la diosa con cabeza de escorpión.

El me dice, “un sueño que no se interpreta es como una carta que no se lee” así lo enseña el Talmud.

Ha recorrido muchos más mundo que yo. Así, con estas historias, el tiempo nos parece más corto. Desde que salí de las orillas de nuestro amado rio Nilo, no he podido enviarte noticia alguna.

Me sorprendió diciendo que la primera mujer de Adán fue Lilith, Abandonó el Edén y se refugió junto al Mar Rojo. Se unió a Asmoneo, su amante, y con otros demonios. Nosotros, verdad, no conocíamos esto.

Dice que, era muy hermosa, pelo largo rizado, pelirroja, y a veces, le salían alas.

Mas, cuando celebres siguiendo nuestra costumbre, el Sham el Nessin –sorbiendo a brisa-la primavera a orillas del Nilo con arenques, cebolletas y lechuga, lee la historia que me contó Er, el caravanero judío, habla de su gran amor, nunca más se ha vuelto a enamorar.

Así me habló:

Tenía la dulce sonrisa de Eurídice. Triste de contemplar el adiós que salió de aquel silencio tan largo, tan lleno de infinita tristeza. Su mirada era un regalo místico.

Por entonces, imágenes derramadas en la nada, navegaban por la noche de mis recuerdos en busca de dos amores, uno moribundo, otro lleno de vitalidad, de juventud.

Traté de huir para volver a soñar. Quería olvidar las mentiras que una lluvia amorosa me trajo en primavera. Latidos de una sombra que ocultó la verdad: ella no me amaba, solo quería olvidar otro amor.

Mientras el camino se oscurecía en la lejanía, mis pasos querían volver al bosque de la nostalgia, al océano verde, a recibir puñales de luz, que se desplomasen sobre mi alma desnuda y se acurruquen junto a los recuerdos de mil poemas que no llegaron a su destino.

Su sonrisa se oscurecía. Dejé que mis suspiros arrojasen la tristeza. Más de un amor, que moría entre murallas de silencio, es imposible borrar la huella de los besos que recorrieron su cuerpo.

Bajo las lágrimas, mis ojos, recogieron los restos de sus últimos sueños. Sueños que anidaron en su cuerpo alegre. Sueños que habitaron el desierto, sin encontrar mensajes de perdón.

Su mirada, profunda, más negra que la noche, más negra que la soledad. Más triste que la luna tras la cruz del camino.

Caían las hojas de otoño. El valle se nublaba. Sentado sobre un tronco caído, recuperé la serenidad de mi alma. ¡Lo recordaré siempre! Fue aquí. Nadie sabrá lo que pasó.

El viento entre los árboles, con cariño, como una caricia, dejó caer lágrimas de sus hojas ocres. Eran sueños perdidos.

Fui dejando encada esquina de aquellas calles de Alejandría, los sueños que me habían acompañados mientras fui amado por aquella mujer, sin miramientos, cuerpo a cuerpo, sin fantasmas, llenos de primaveras. Amor de muchas noches hundidas en delirios de pasión.

Estoy solo, sin sueños. Han huido. Bajo esta verdad, otra vida.

Tras el placer perdido, el amor se ahogó en una taza de té. Suerte que fue en Alejandría, en Alejandría es peligroso bañarse en melancolía.

Qué triste estoy des entonces, como un sauce, como un sauce que guarda en las ramas, el viento que las acaricia. Esconde amargura entre profundos suspiros.

El amor inane quedo dividido en retajos. No nos conocimos a nosotros mismos. No pudimos amarnos de verdad.