martes, diciembre 28, 2010

DESDE EL MONTE ATHOS

He perseguido la aventura de arrebatar a los gigantes sus secretos. Solo, apoyado en la barandilla del castillo de popa de la nave que me regresaba a Alejandría, lloré al ver tras las pestañas, como se alejaba riendo mi juventud vivida en Egipto. El Mar Egeo estaba tranquilo. Los bosques de castaños del Monte Athos, arañaban nubes que, desgarradas, se dispersaban en el azul.
El sueño de ser un escriba viajero es el jeroglífico que, a pesar de estar esculpido en mi alma, tan profundo como las fuentes del Nilo, empieza a difuminarse ante el acoso del dulce no hacer nada.
Mis pensamientos, como las yeguas de Erictonio, son capaces de correr sobre mi pasado sin pisar las espigas que nacieron en los campos de mis aventuras en busca de la estrella Héspero que me acompañe en los últimos años de mi vida.
Mas, a la vista de Monte Sagrado, ordené que me desembarcaran.
-Acércate soñador –me dijo un monje de larga barba.
-He venido a retirarme por una temporada, si me es permitido, en uno de estos veinte monasterios -contesté humildemente.
Me sorprendió:
-Ya se, los escorpiones que llevan la muerte de tus recuerdos, se están escondiendo en el ombligo del desaliento. Me acogió bajo su brazo derecho empujándome por una vereda que ascendía hacia un monasterio colgado inverosilmente en unas rocas que daban al Egeo tranquilo.
-Sí –le confesé- , me siento sumergido en la nada, desnudo. Las noches son largas, no puedo regresar al pasado.
-Quédate. No se puede ver el arcoíris hasta que no cesa la lluvia. El hechizo de las imágenes de Alejandría y del rio Nilo, no debes olvidarlas. Este será tu aposento –me indicó con amabilidad la entrada a una celda monacal- el tiempo que desees permanecer con nosotros.
Desde esta humilde habitación, bien parecida a las estancias de los monasterios que fundaron los primeros cristianos en el desierto de Egipto por el siglo IV, te escribo. Ten por seguro, que no pienso tener temor a poner palabras a mis recuerdos.
Athos fue uno de los gigantes que desafiaron a los dioses griegos. Espero que este monte de su mismo nombre me ayude a derrotar mis dudas existenciales.
Como decía - Mother Theresa-, para mantener una lámpara ardiendo tenemos que seguir poniendo aceite.
BELIT SERI