viernes, julio 29, 2011

DESDE IABET (Oriente-Este del Nilo)


Bajo un cielo azul, caminante como sombrajo de luna, me encuentro huido, una tristeza en construcción me abraza. Como hiedra que brota de una noche de olvido, no puedo recordar la felicidad perdida.
Alejandría, lejano horizonte, largo camino de un destino que, como el Nilo desgarra el desierto, desgarra mi alma el largo tiempo sin poder volver a Kemet y abrazar a la princesa UXA.
¿Es mi cuerpo o un golem? Yo no soy ese que veo en las aguas tranquilas de este lago donde la diosa-dragón Tiamet colmó de lágrimas y nacieron las fuentes del Tigris y el Éufrates.
Un vendaval de arena oculta la vieja luna. Silentes pasos de brisa se desvanecen en la niebla.
¿Mirar hacia delante, mirar…? ¿Cómo? y, ¡si no existiera para mí el día siguiente!
El recuerdo de tu visión es un regalo del destino. Como la mirada de la Esfinge, es el símbolo del enigma de la existencia humana.
Derrota cruel.
Todos los amores, a lo largo de la vida, les gusta quedarse con el sueño imposible.
Este valle de Mesopotamia aquieta mis pensamientos. No hay sombras en los montes. Ni temblor en las hojas de los árboles. El viento murió lejos, entre olivos de Al-Ándalus. Mi recuerdo es tu sonrisa. Lloro tu ausencia. Soy esclavo de un tiempo de flores de loto. No me canso de huir. La confusión me sumerge en el vacío, en la incapacidad de amar. Parece un viaje al fin de la realidad.
Espero que Eolo me haga entrega de un odre que contenga los vientos contrarios a mi destino.
Que la tierra de juncos del Alto Egipto, como la tierra de papiros, del Bajo Egipto de acojan con el amor, salud y fuerza de Necher-Nefer, dios perfecto.
BELIT