He tardado en escribir, acabo de regresar. Te voy a contar lo que nadie sabe, solo tú, bella dama del Nilo, sabrás donde he estado. No lo cuentes a nadie, es tan increíble que se reirán de ti. Y a mí me tacharán de fantasma.
Acompañé a Menipo el filósofo cínico, a Carmoleo de Mégara, cuyo valor de sus besos es de dos talentos, a Lampico, el tirano de Gela, a Damasias, el atleta, a Cratón el rico, a un general, un filósofo, a un orador, que no supe de dónde eran.
Hermes nos acompañó hasta la Laguna, allí nos recibió Caronte. Tenía curiosidad por visitar el Inframundo.
Para poder subir a la barca, carcomida y llena de agujeros, todos debíamos de desprendernos de la carga que portáramos: Menipo arrojó la alforja y el bastón; Carmoleo, los besos de sus labios; Lampico, las riquezas atesoradas a costa de sus súbditos, su crueldad, su locura y su cólera; Damasias, fue obligado a desprenderse de sus músculos, coronas y aplausos; Cratón, dejó en la orilla placeres, riquezas, linajes y gloria. El general, dejó los honores de sus victorias y las armas, pues le dijeron que, en el infierno hay paz. Yo no lo creí. El filósofo, la vanidad, charlatanería y palabras sin sustancia, el orgullo y pensar que eres el mejor y, sobre todo, desprenderse de la adulación que tanto había empleado.
Yo le dije:
- Hermes, yo, Belit Seri, Escriba de Alejandría, Cazador de Sueños Imposibles, ya estoy desnudo, ¿puedo subir?
-No puedes. Antes debes dejar tus sueños con la luz, el ruido de las estrellas que guardas en tu voz, las quimeras que escondes en ese rincón oscuro de tus pensamientos, tus recuerdos de las tierras fértiles del Nilo, las dudas de tu destino, tus amores escondidos entre relatos y poemas que mienten, y la confianza de que Uxa espera tu vuelta en los jardines de Tebas.
-Hermes, no puedo. No quiero acompañar a Caronte.
-Bien, puedes ir, no tendrás más oportunidades. Pero, no olvides el infierno te esperará si no cambia tu manera de pensar.
Fui trasportado por una fuerza desconocida y depositado en una calle de Maalula, pueblo montañoso a poca distancia de Damasco, desde donde te escribo. Sus habitantes hablan arameo, el lenguaje de Cristo. Solo he aprendido a decir: Ibla Jatita “Hola”.
Seguramente iré a unirme al infinito y, no habré regresado a Alejandría. Los gorriones entre las madreselvas no descansan. Amiga Uxa, sus ojos murmuran relámpagos. Y puedo leer en ellos: “Y, de las últimas caricias, qué”. Estoy amarrado. Las sombras de la noche van bajando. Mi extraña vida, gota a gota, es zarandeada por un viento ebrio. Solo unos hilos de silencio nos unen. Todo parece irreal, reflejos de un vidrio oscuro. Gritaré. En mi diccionario faltan palabras para expresarme. Me pierdo entre raíces y poemas. El limo que deja el Nilo y fertiliza nuestra tierra, esconde en sus entrañas la verdad.
En un rincón lejano, la promesa del encuentro. Todo es impreciso. Todo se yergue demasiado frágil. Solo las cadenas de la realidad erigidas en dueñas, me sujetan sobre el abismo.
BELIT-SERI
Acompañé a Menipo el filósofo cínico, a Carmoleo de Mégara, cuyo valor de sus besos es de dos talentos, a Lampico, el tirano de Gela, a Damasias, el atleta, a Cratón el rico, a un general, un filósofo, a un orador, que no supe de dónde eran.
Hermes nos acompañó hasta la Laguna, allí nos recibió Caronte. Tenía curiosidad por visitar el Inframundo.
Para poder subir a la barca, carcomida y llena de agujeros, todos debíamos de desprendernos de la carga que portáramos: Menipo arrojó la alforja y el bastón; Carmoleo, los besos de sus labios; Lampico, las riquezas atesoradas a costa de sus súbditos, su crueldad, su locura y su cólera; Damasias, fue obligado a desprenderse de sus músculos, coronas y aplausos; Cratón, dejó en la orilla placeres, riquezas, linajes y gloria. El general, dejó los honores de sus victorias y las armas, pues le dijeron que, en el infierno hay paz. Yo no lo creí. El filósofo, la vanidad, charlatanería y palabras sin sustancia, el orgullo y pensar que eres el mejor y, sobre todo, desprenderse de la adulación que tanto había empleado.
Yo le dije:
- Hermes, yo, Belit Seri, Escriba de Alejandría, Cazador de Sueños Imposibles, ya estoy desnudo, ¿puedo subir?
-No puedes. Antes debes dejar tus sueños con la luz, el ruido de las estrellas que guardas en tu voz, las quimeras que escondes en ese rincón oscuro de tus pensamientos, tus recuerdos de las tierras fértiles del Nilo, las dudas de tu destino, tus amores escondidos entre relatos y poemas que mienten, y la confianza de que Uxa espera tu vuelta en los jardines de Tebas.
-Hermes, no puedo. No quiero acompañar a Caronte.
-Bien, puedes ir, no tendrás más oportunidades. Pero, no olvides el infierno te esperará si no cambia tu manera de pensar.
Fui trasportado por una fuerza desconocida y depositado en una calle de Maalula, pueblo montañoso a poca distancia de Damasco, desde donde te escribo. Sus habitantes hablan arameo, el lenguaje de Cristo. Solo he aprendido a decir: Ibla Jatita “Hola”.
Seguramente iré a unirme al infinito y, no habré regresado a Alejandría. Los gorriones entre las madreselvas no descansan. Amiga Uxa, sus ojos murmuran relámpagos. Y puedo leer en ellos: “Y, de las últimas caricias, qué”. Estoy amarrado. Las sombras de la noche van bajando. Mi extraña vida, gota a gota, es zarandeada por un viento ebrio. Solo unos hilos de silencio nos unen. Todo parece irreal, reflejos de un vidrio oscuro. Gritaré. En mi diccionario faltan palabras para expresarme. Me pierdo entre raíces y poemas. El limo que deja el Nilo y fertiliza nuestra tierra, esconde en sus entrañas la verdad.
En un rincón lejano, la promesa del encuentro. Todo es impreciso. Todo se yergue demasiado frágil. Solo las cadenas de la realidad erigidas en dueñas, me sujetan sobre el abismo.
BELIT-SERI