Ese amor es una realidad íntima.
Hace dos veranos, un día, se fue paseando a las orillas del río y vio el Nilo tranquilo. Tuvo la impresión de que BELIT llegaría con el alba.
Algo apartados, los juncos brillantes, parecían contrariados por no recibir las caricias de las aguas.
Siempre dudaba de las profecías sacerdotales del Templo de Isis, allí donde se guardan las estrellas que nunca menguan, fueran portadoras de aciertos. Le habían predicho que volvería en los días Epagómenos, los cinco días que se celebran el nacimiento de los dioses. Estaba en el quinto, se conmemora el nacimiento de Neftis, pero el Escriba no acude a certificar la profecía.
Bajo sus pies descalzos la arena guardaba los secretos de las noches pasadas junto a Belit. Sobre todo, estaba segura, que siempre que le cuenta historias de amor a la brisa, ella, cuando levanta los granos de arena y los lanza contra la Vieja Luna, los recibe allá lejos, allá donde las acacias vigilan la magia del sueño, el Escriba sin Nombre.
Una golondrina trazaba con su vuelo los primeros versos de un poema amor y engaño. Ella, que escuchaba el eco del pensamiento, de su pensamiento que vislumbraba el posible encuentro, ve en sus alas que se movían al compás de los latidos de su corazón, el anuncio de su llegada.
El hechizo de la luz del momento espantaba las sombras que cubrían las Dos Tierras, y recordando las palabras del héroe sumerio Gilgamesh: “Quien tenga casa, ¡a su casa! “, ella recitaba: Quién tenga amores, ¡a su amor! Oración confusa que oculta su decisión sobre si seguir esperando la llegada del Cazador de sueños.
Han pasado dos años. Así como la Esfinge vigila el horizonte desde tiempo inmemorial y no se cansa, Uxa sí. Si con la llegada de las crecidas del Padre Nilo no llega Belit-Seri, se dedicará a componer música, pintar o escribir poemas, que es como vivir la vida.
Belit no puede regresar a Egipto, se encuentra prisionero de los dogones. Él ha ido en busca de los nommos que le han dicho regresarán el día del pez. Pero, cuando apareció la “estrella de la décima luna”, lo encerraron. No quieren que el Extranjero de cabello blanco, contacte con los seres del “arca” de Siro, que enseñaron a los egipcios la construcción de las Pirámides.
ATHO