El valle calla, cristalino, irisado… lo desatiendo. Me dispongo a leer tus noticias. El silencio que duerme bajo la arboleda se introduce por la ventana. Despierta mis recuerdos.
¿Por qué el sosiego del Monte Sagrado me hizo recordar el pasado de nuestro querido Egipto? Ahora de camino a Egipto, en esta isla de Chipre, en medio de un mar tranquilo, parece brotas vigorosa la imagen de mis pasos cubiertos de hojas ocres que ocultan la dirección de mi destino. Fui un cobarde cuando abandoné las orillas del Nilo a cambio de ir al encuentro de nuevas tierras y remotos pueblos más allá del horizonte dominado por el Faraón. Fui un cobarde sin rostro. El amor y la hermosura están allí donde se le deja estar. Ahora, inquieto, como un guijarro que arrastra el rio bravo, la llamada de la plaza Tahrir, resuena en mi corazón. Rezaré a Ra cuando se eleve para que me libere de las faltas que habitan en mí.
Uxa, tu recordarás que, en tiempo de la fascinante Nefertiti, gran esposa real, existió una amenaza de guerra civil porque su esposo, el Faraón Hereje, que hizo caer de su pedestal a todos los dioses, para pasar a un solo dios. Al Dios-Sol, Atón. Un familiar próximo a ella, tal vez, quiero recordar, de la reina madre Tiy, les dijo: “Deberíamos revisar nuestras posiciones. No podemos dejar que Egipto se queme hasta convertirse en cenizas”. Y se arregló.
No temas, todo acabará bien, esto que sucede en Egipto, es un “drama” pero en sentido griego: lucha del hombre contra el destino.
Ahora, la tarde se dobla sobre las lomas gastadas de los montes más altos.
Que la escofina del destino perfile la madera de nuestra existencia hasta conseguir la imagen que deseamos. Creo que la vida en nosotros es el sueño de alguien.
BELIT
¿Por qué el sosiego del Monte Sagrado me hizo recordar el pasado de nuestro querido Egipto? Ahora de camino a Egipto, en esta isla de Chipre, en medio de un mar tranquilo, parece brotas vigorosa la imagen de mis pasos cubiertos de hojas ocres que ocultan la dirección de mi destino. Fui un cobarde cuando abandoné las orillas del Nilo a cambio de ir al encuentro de nuevas tierras y remotos pueblos más allá del horizonte dominado por el Faraón. Fui un cobarde sin rostro. El amor y la hermosura están allí donde se le deja estar. Ahora, inquieto, como un guijarro que arrastra el rio bravo, la llamada de la plaza Tahrir, resuena en mi corazón. Rezaré a Ra cuando se eleve para que me libere de las faltas que habitan en mí.
Uxa, tu recordarás que, en tiempo de la fascinante Nefertiti, gran esposa real, existió una amenaza de guerra civil porque su esposo, el Faraón Hereje, que hizo caer de su pedestal a todos los dioses, para pasar a un solo dios. Al Dios-Sol, Atón. Un familiar próximo a ella, tal vez, quiero recordar, de la reina madre Tiy, les dijo: “Deberíamos revisar nuestras posiciones. No podemos dejar que Egipto se queme hasta convertirse en cenizas”. Y se arregló.
No temas, todo acabará bien, esto que sucede en Egipto, es un “drama” pero en sentido griego: lucha del hombre contra el destino.
Ahora, la tarde se dobla sobre las lomas gastadas de los montes más altos.
Que la escofina del destino perfile la madera de nuestra existencia hasta conseguir la imagen que deseamos. Creo que la vida en nosotros es el sueño de alguien.
BELIT
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