Prometeo incendió la médula de mi silencio, con el fuego robado a los dioses y, de sus cenizas, está naciendo la ilusión por narrar otra vez las aventuras del Escriba Belit.
KA, esa fuerza generadora de vida y vitalidad, ha vuelto a Belit. El aprendió en “La Casa de la Vida”, que la escritura convierte en inmutable lo escrito. Sus rasgos y maneras de comportarse, las ha recuperado, sigue siendo la misma persona.
Se encuentra en Estambul. En la terraza del café, la lluvia suave, sobre el toldo entona su canción de otoño. La Vieja Luna se está ocultando en la caverna donde duermen el viento de los bosques y los dioses guardan sus secretos.
A su lado una hermosa mujer.
Me alegra permanecer callado –piensa él- ¿Un amor tan raro no era una pesadilla? Tal vez no debía de haber comenzado nunca.
Se habían querido inventando gestos, carantoñas desconocidas.
Ella, solo silencio del momento, solo ausencia de ilusión. Creo, –piensa- que debo desaparecer de su vida. Convertirme en un fantasma de su pasado.
La noche inicia una pausa estremecida por el rojo vidrioso del atardecer, atropellado por la cortina de lluvia.
Se levantaron sin decirse palabra. Ella, alzó la mirada al cielo y suspiró bajo el paraguas. Por fin, el problema de su relación estaba solucionado.
A través de las lágrimas que caían y morían en sus labios, comenzó vislumbrar la verdad. Los profundos silencios de las últimas noches de amor, delataban la inutilidad de seguir con la aventura. Embustes de taberna eran sus historias de amor. Mezcla de verdad y mentiras. Buscando la felicidad en los relatos que sitúan la acción en la calles de Paris, de Estambul, en las montañas de los Pirineos, en Alejandría, en los mares del Sur, donde no ha estado nunca. Sus pensamientos, eran un modo de tapar su amor por otra, resplandecían entre las palabras que me dirigía.
Su figura es perdió entrando en el Gran Bazar.
La luz de su pensamiento volvía sobre Belit por el camino que atraviesa la oscuridad moribunda de la nostalgia y, razonaba para sí: Desde siempre, los amores viven de pié ante mí, pero, para animarlos trato de desordenarlos. Es muy difícil amar a las mujeres que nunca han pecado. Se defienden siempre del viento que trata de acariciar sus pechos. Prefieren el beso de la oscuridad sobre sus pubis inertes. Expresiones de caridad, no de amor. Le amé de todas las maneras, no sé si ella se enteró. No supe ser capaz de más. Ella seguirá en mi memoria, clara, destartalada, pero clara. Tengo la impresión de no haber sabido amar. Los grandes amores ¿no han sido sobre todo grandes protagonistas de lo prohibido? ¡Hay algo hipnótico en la infidelidad!
Uxa, Belit solo tiene un rumbo. Sendas desgastadas. Los cañaverales que crecen en las orillas, recogen de la lluvia, gotas que brillan tratando de descubrir la senda de su destino.
Belit seguirá por las tierras de Juncos del Alto Egipto y por la tierra de papiros del Bajo Egipto, en busca de aventuras.
ATHO
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